Las palabras que utilizamos expresan nuestros puntos de vista, rabias, sueños y voluntades. Éstas, como un conjuro, hacen presente las reflexiones y construcciones que atribuimos a la realidad circundante y desde la óptica constructiva, conllevan nuestras perspectivas y proyectos de realidad. Si rechazamos el concepto de autoridad rechazamos, de la misma forma, los roles que la encarnan y los instrumentos que hacen posible su existencia. Es necesario expresar de manera clara las finalidades que nos mueven en nuestra lucha, de manera que el contenido de nuestras acciones no de lugar a equívoco alguno.
Las palabras son muy importantes, fundamentales para dar sentido a una reivindicación, sobre todo si ésta es de carácter antiautoritario. El uso de las palabras "absolución", "legítimo" o "legal" da a entender que se reconoce al Estado y su sistema punitivo, legitimando así su poder. La utilización de tales términos jamás podrá reflejar nuestra aversión ante la existencia de la represión, la cárcel y todo el entramado de leyes y normas que la sustentan, al ser éstas los pilares fundamentales para asegurar la paz social. El rechazo de esta sociedad en su esencia implica también el negarse a utilizar sus términos fundamentales a la hora de comunicarnos, anulando así el discurso del poder en nuestras luchas.
Las reivindicaciones que llegan a nuestros oídos en estos últimos tiempos no nos dejan indiferentes, ya que así nos estamos dejando absorber lentamente por la mentalidad demócrata usando su lenguaje con la excusa de dirigirse al "otro", un hipotético ser que de esta manera podría entender el lenguaje, quizás simplemente porque reconoce, avala y, en gran parte, sostiene con su aprobación o simplemente con su indiferencia, la perpetuidad del orden establecido. Y eso en el mejor de los casos, ya que por momentos ciertas formas e intenciones parecen más buscar una aprobación, una simpatía por parte de nuestros enemigos que una confrontación.
Tal vez las posibles complicidades estarían en otro sitio, con aquellas que no se someten y que se ven obligadas a habitar en los márgenes, en contra de la sociedad que se basa exclusivamente en la explotación. Las que están "fuera de la ley" , ya que el propio concepto de legalidad es lo que rechazamos y lo que tendríamos que empezar a reivindicar con mas tenacidad y, a lo mejor, con un lenguaje intransigente y sencillo. Reacios a querer convencer a los "buenos ciudadanos" de nuestra inocencia y nuestras buenas intenciones, estamos del lado de las culpables, culpables de querer librarse del miserable rol de productores-consumidores.
Artigo tirado da publicación anarquista Aversión, nº1
13 may 2012
Con el enemigo en la boca
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