26 abr 2009

MARCHA A LA PRISION DE TEIXEIRO Y JORNADAS ANTICARCELARIAS


Otro año más, y ya van nueve, las personas sensibles a la problemática carcelaria hemos realizado nuestra tradicional marcha navideña a la prisión coruñesa de Teixeiro. Mostrando a los reclusos que no están solos frente a un sistema injusto que encierra bajo toneladas de hormigón las pruebas de su propio fracaso social. Intentando, con nuestros gritos, horadar el silencio cómplice que rodea estos centros de exterminio, en los que ya se pudren, solo en España, casi 70.000 personas.
Este año un grupo de anarquistas de varias ciudades gallegas nos pusimos como meta revitalizar este encuentro que, a lo largo de los años, había ido perdiendo su fuerza inicial. Para ello decidimos preparar una semana de charlas previas que se realizarían simultáneamente en Coruña, Santiago y Vigo (no la misma charla el mismo día, como es de suponer, pues los anarquistas aun no dominamos el don de la ubicuidad). Y tratar, de esta forma, de sensibilizar a la gente en relación al tema de las prisiones y abrir el necesario debate que de ellas se desprende. Las charlas y la marcha las encuadramos en el marco de unas jornadas antirrepresivas. A nuestra convocatoria ácrata de la manifestación hay que sumar la de la Comisión de Denuncia, así como la de muchos solidarios anónimos que ya desde los primeros años vienen haciendo posible la realización del evento.
La temática de las charlas fue diversa: la situación en las cárceles Belgas (a cargo de compañeros anarquistas desplazados desde allí a tal efecto); mujer y prisión, en la que una compañera de Mujeres Libres y Cruz Negra Anarquista nos expuso la doble marginación que sufre la mujer en la cárcel; y, finalmente, la situación en los centros de menores (a cargo de compañeros madrileños del colectivo …). La asistencia a las mismas fue desigual en función de la charla y el lugar, pero el debate generado influyó, sin duda alguna, en la participación en la marcha posterior, mucho más concurrida que en los años precedentes.
La tarde del sábado 20 de diciembre, día de la marcha, comenzó movidita, sorteando, quien pudo, los controles que la guardia civil, pertrechada como para empezar una guerra, nos tenía preparados (siempre sorprendiendo estos habituales co-participantes de la mani ). Finalmente se aprehendieron de gran parte de los cohetes pirotécnicos (no todos por fortuna) con los que pensábamos amenizar el evento, así como con unos cuantos litros de aguardiente que casualmente llevaba en el coche un compañero (¿los considerarían líquido inflamable? ¡Los caminos de la benemérita son inescrutables!). El D.N.I. de una compañera jamás volvió a aparecer tras pasar por las manos de la ley. Cosas de la vida.
Una vez llegados al punto de encuentro fuimos informados de que no podíamos realizar el trayecto que nos separaba del talego a pié, pues se había hecho de noche y la guardia civil temía por nuestra seguridad, así que si lo intentábamos nos abrirían la crisma, por lo que fuimos en nuestros coches (más de treinta) despacito, despacito y haciendo sonar endiabladamente las bocinas. El follón fue fantástico y el estruendo se oyó hasta en varios quilómetros a la redonda.
Ya frente al presidio, pasábamos de largo los cien manifestantes, desplegamos pancartas y comenzamos a emitir por un equipo móvil de radio, los presos habían sido debidamente informados del dial con anterioridad. Los picoletos se quedaron con un palmo de narices al descubrir que abundantes cohetes y bengalas de las que se lanzan desde los barcos habían pasado misteriosamente sus exhaustivos controles. El cielo nocturno se tiño de vivos colores. Una cárcel de cartón sucumbió bajo las llamas de una bengala de mano, simbólica amenaza a su prima de hormigón.
Desde el pabellón de mujeres, el más cercano, ondeaban pañuelos y nos llegaban sus gritos: “abajo los muros de las prisiones”. “Sr. Juez, Sr. Juez al talego valla usted” cantábamos nosotros. La luz de una linterna saltaba de ventana en ventana tratando infructuosamente de amedrentar a las reclusas.
Días más tarde supimos que en algunos módulos tuvieron a todos los presos en el patio haciendo recuento durante toda la protesta, tenían miedo de lo que pudiera pasar.
Después de un buen rato cantamos: “la próxima visita será con dinamita” pese a que, aún con la euforia del momento, sabíamos que eso no era cierto. Y nos fuimos, hasta el año que viene, para nuestras casas. Los presos se quedaron en la carcel.

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